jueves, 10 de mayo de 2018

Viento, Vapor y Acero Capitulo Cinco.

                           Capitulo V

                     Una celda oscura. 

Comenzaba a clarear el alba cuando como de costumbre dos guardias irrumpieron en la celda dando gritos y lo sacaron a patadas del mugriento jergon sobre el que dormia.

Mientras el hombre trataba de despertarse los guardias lo condujeron a traves de los entrincados pasillos del complejo hasta la habitación de la ducha. Una siniestra estancia con todas las paredes azulejadas. Una vez alli el tuvo que despojarse de sus escasas ropas mientras ellos se rien a carcajada abierta, haciendo chistes varios sobre sus partes.

En un momento dado uno de ellos abre una manguera y lo rocia con un potente chorro de agua helada. Esta asi un par de minutos, chorro tras chorro hasta quedar tiritando. Le devuelven la ropa y consultan la hora.

Tienen tres cuartos de hora hasta que su jefe se levante y desayune, como de costumbre. No deben desperdiciarlos.

Lo llevan a empujones a otra sala aun mas siniestra en la que destaca una soga colgando del techo en el centro. En esa cuerda le atan las manos, dejandolo casi colgado en el aire.

Entonces empieza el verdadero tormento.

Entre mofas e insultos comienzan a darle latigazos, bofetones tortazos y demas. Unos hombres le lanzan sal y vinagre en las heridas, provocando el jolgorio y las risas de los demas. Cuando su jefe pidio que le llevaran al prisionero se encontraban todos llorando de la risa. Lo desataron y lo llevaron a empujones a un gran salon.

Lo sentaron en una silla cerca de la cabecera de la mesa y le sujetaron las manos con gruesas sogas como de costumbre, aunque, en verdad nunca ha dado un solo problema. La habitación habia tenido en sus buenos dias un aire de nobleza y gloria, ahora estropeado por los numerosos objetos, libros y armas que se apilan contra las paredes sin orden ni concierto y para colmo llenos de polvo y mugre.

Entro entonces un hombre corpulento ataviado con un traje gris y un grueso cinturon de cuero del que penden dos revolveres plateados de cañon largo que mantiene bien a la vista de todos. 

Se sento en la cabecera de la mesa y uno de sus hombre le coloco delante una gran bandeja con varios platos de comida. Comenzo entonces a comer como un autentico animal, con las manos y a grandes bocados, llenandose la boca. Aquel hombre no pegaba demasiado bien con la decoración general de la sala. 

Era como un cerdo con un collar de oro.
-Bueno Ismael¿ Te esta gustando tu estancia aqui?- Pregunto con sarcasmo mientras devoraba una porción de pastel.
-Je, el servicio aqui esta fatal.
-Sabes que puedes mejorar tu rango aqui... es... es solo que tu no quieres.
-A difencia de ti y de los que te rodean yo tengo honor- dijo el preso armandose de coraje.
-Ja¿ Lo habeis oido? Que tiene honor dice- Comenzo a reirse a carcajada suelta mientras sus hombres lo imitaban con unas risas algo forzadas. Se puso completamente rojo por el esfuerzo e incluso dejo de comer- Tiene honor dice...- Rio hasta ponerse rojo y se seco una lagrimilla mientras tomaba aire de forma ruidosa- Pues disfruta de tu honor, amigo, porque es lo unico que te queda.
-¿ Bueno, y que pasa? Eh, ¿Que hay de malo en ello?- Lanzo una mirada intimidatoria a todos los presentes y reanudo su cabreado discurso- Antes me ganaba la vida honrradamente, no como vosotros piojosos marinos. Os dimos aislo y alimento y asi nos lo...

El jefe levanto apenas un dedo y uno de sus guardias alzo su fusil y golpeo a Ismael en la nuca con la culata. El pobre profirio un grito de dolor y trato de cubrirse la cabeza, temeroso de mas golpes mientras emitia leves quejidos.

El guardia mantuvo el arma alzada en el aire, lista para descargar otro culatazo, pero su jefe no hizo mas movimientos, limitandose a engullir la comida de nuevo.

Retornan a la habitacion de antes y continuan con el tormento de antes. Al mediodia, justo cuando los guardias del turno de mañana se van a descansar, aparece una mujer vestida de forma sencilla y humilde y le da un mendrugo de pan y una jarra de agua.

La mujer tiene cardenales en los brazos aparte de arañazos y otras heridas. Ismael no se atreve a mirarla siquiera, muerto de verguenza. Ella tampoco puede mirarlo.

El grupo de guardias del turno de tarde es un poco mas amable. Solamente le obligan a bailar desnudo y despues lo mandan de vuelta a la celda.

Una vez alli se desploma, agotado y dolorido sobre el jergon y comienza a sollozar en silencio. 

Siempre se pregunta si no estara mucho mejor muerto...

Es sencillo. Solo tiene que cabrear de mas a algun guardia y le pegaran un tiro, acabando con ese tormento de vida. Anque quiza sean listos y se lo piensen dos veces antes de matar a su lindo juguetito.

La duda lo corroe todas las noches.

Gira para apoyar la espalda en la pared y se queda mirando el techo de su conocida celda.

Entonces sus ojos se posan en el anclaje de los barrotes al techo. Un detalle que a pesar de llevar alli tres meses nunca habia visto.

Por sus ojos relampaguea, veloz, la esperanza.

Continuara . . .